En medio de la revuelta orquestada por el presidente de los Estados Unidos Donald Trump, donde la turba irrumpió en el parlamento de ese país y que terminó con la muerte de cuatro personas, las plataformas sociales como Twitter o Facebook bloquearon temporalmente las cuentas de Trump.
Con su estilo confrontativo, Trump utilizó Twitter para echar gasolina en el fuego y arengar a sus seguidores.
La empresa decidió que esos mensajes son contrarios a sus políticas de buen uso, al incitar a la violencia y al caos. Una sanción de 12 horas y el requisito de borrar los mensajes, so pena de un bloqueo permanente.
En medio del caos vivido ayer e instigado por el propio Trump la medida resultó oportuna. Luego Facebook hizo algo similar aunque a mi gusto tardíamente.
Sin embargo, abre igualmente un debate sobre el control y censura de las empresas dueñas de las redes sociales más utilizadas.
¿Quiénes son los jueces que a su buen leal saber y entender deben “apagar” la voz digital de una persona? ¿Cómo se controla que estos nuevos jueces anónimos no abusen de su poder?
Y, a mi entender, lo más importante de todo: ¿Cuál es el objetivo de los dueños de las grandes redes transfronterizas? El principal: ¡Ganar dinero!!! Lo que es su aspiración legítima económicamente pero no políticamente conveniente a las democracias.
En última instancia, como dice el viejo aforismo ¿quién vigila a los vigilantes?
Ejemplos más cercanos, los Trumpicos centroamericanos, el (por dicha) ya desaparecido electoralmente Juan Diego Castro en Costa Rica y el (lamentablemente) sólido Nayib Bukule en El Salvador.
Ahí está el debate sobre los canales de comunicación, la libertad de expresión y sus límites. Todo un Reto a la verdadera nueva realidad.