Jorge Díaz Barajas, editor
El político tradicional ya no tiene espacio en el mundo actual, un mundo hiperconectado por las redes sociales, las apps móviles y el internet de alta velocidad que nos sigue lo mismo como una sombra que como un grillete. Con esta idea lapidaria nos recibe Andrés Elías en su libro Campañeando, manual de comunicación política digital. Y puede que tenga razón, porque hasta un político, a todas luces chapado a la antigua como López Obrador, ha reconocido el papel de «Las benditas redes sociales» en el actual panorama político-electoral del mundo.
Las mismas conferencias mañaneras de AMLO son un indicador de lo que Elías nos dice: en ellas hay una participación inédita de medios alternativos que se transmiten por Youtube y Facebook, y comunicadores emergentes con miles o millones de seguidores en redes; la misma conferencia mañanera tiene índices de audiencia que llaman la atención, tanto que los medios tradicionales como Televisa y periódicos como El Universal, Reforma y Milenio, realizan sus propias transmisiones alternas al canal oficial del Gobierno y la propia cuenta personal de AMLO. Si sumáramos la cantidad de reproducciones que generan en Youtube estas conferencias presidenciales, rebasarían con facilidad la capacidad de monetización que tienen los Youtubers más célebres.
Sin embargo, hay mucho más fondo del que aparenta en ese tiempo –cada vez mayor– que pasamos frente a las pantallas de Facebook, Twitter, Youtube o Instagram; silenciosa pero consistentemente, las redes sociales han desarrollado un backend robusto que es, en esencia, el corazón de su negocio, porque ahí se aloja un sistema de tracking (seguimiento) que genera una gran cantidad de datos para posibilitar el conocimiento de los usuarios, y que permite convertirlos en clientes potenciales de casi cualquier cosa, desde una hamburguesa hasta de un partido político o de un candidato. Las redes sociales generan y procesan una cantidad surrealista de información acerca de nosotros. Busque usted «vuelos a la Ciudad de México» y en segundos tendrá inundados su celular y su computadora de ofertas para comer en la Ciudad de México, para hospedarse, para hacer tours…
Lo increíble es que los políticos apenas han descubierto esta mina, y parece que algunos consultores todavía se despistan con el reciente panorama en el que algunos se vieron sorprendidos, especialmente los que cayeron en la cuenta de que no podían hacer campañas tradicionales en el entorno de una pandemia como la del Covid-19. Y no sería extraño, porque durante décadas la política se ha realizado a pie de calle, en marchas, en encuestas de casa en casa, en las grandes concentraciones; para estos políticos no ha sido fácil pasar del pulso de la calle a la métrica del Big Data, al algoritmo, a los perfiles configurables en tiempo real, o a la posibilidad de generar campañas paralelas.
Volviendo al caso de López Obrador, sus campañas electorales de 2006 y 2012 tenían un indicador clave con el que mostraban el músculo convocatorio del candidato: el Zócalo de la Ciudad de México. Parecía que para los partidos esa era la medida del éxito de sus campañas: un cuarto de Zócalo, medio Zócalo, un Zócalo… el espacio público como medida de las cosas, una medida subjetiva y prensada a variables inmedibles, pero que marcaba la percepción pública y la confianza de los candidatos.
Bajo este panorama, Andrés Elías nos propone dar ese inevitable paso de las calles a las redes sociales sin morir en el intento, y lo hace con la visión de quien ha colaborado en infinidad de campañas en toda América y de quien ha ganado los más prestigiosos premios de comunicación política. Su capacidad didáctica es un tema que subrayaría, porque Campañeando resultará igualmente útil para los consultores experimentados, como para los políticos que quieren entender el fenómeno de las campañas en redes sociales y, de paso, no sentirse rebasados por falsos gurús del marketing político.
Con un estilo que pasa del chispazo conceptual al detalle práctico, Andrés Elías ha escrito Campañeando, sin duda uno de los libros que marcarán la forma en la que se diseñan las campañas políticas modernas, y que será un importante precedente de la frenética evolución en la que se ha montado la política actual para trasladarse de las calles y la TV al ring de las redes sociales.
