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El arte de contar historias

  • By Alberto Rivera
  • 5 agosto, 2022
  • 1082 Views

Detrás de toda estrategia exitosa, hay una historia bien contada. Y el storytelling, justamente viene a ser el arte de contar historias inspiradoras y de gran impacto. Por ello, a la hora de presentar un proyecto, una idea o un plan que requieran de la aprobación social de determinadas audiencias, no podemos dejar de lado una premisa clave: Sé tu y sé increíble, ya que no sólo se trata de lo que decimos sino cómo lo decimos.

Para que seamos capaces de inspirar a otros se debe en primer lugar conectar nuestra narrativa con sus propias motivaciones y entonces unirlo por medio de una historia con la gente a la que se espera persuadir.

Con suerte, si el narrador es inteligente, la historia será inolvidable. Precisamente ese es el tema que abordaré en este artículo: la inteligencia narrativa, la cual sirve para cautivar al lector o escucha, pero el primer seducido debe ser el narrador que cada mañana construye su propia historia.

Las historias están presentes constantemente en nuestro día a día, en las redes sociales, en la televisión, en el trabajo o en nuestras conversaciones cotidianas. A través de ellas compartimos nuestras experiencias, eso significa que contar historias es nuestra manera de entender el mundo.

Hombres y mujeres contamos lo que somos a través del lenguaje, vamos sumando oraciones y pasos a nuestra historia en busca de transformaciones que garanticen nuestra presencia en este planeta.

La historia humana, la odisea del hombre por dominar a la naturaleza o el camino de la civilización, son títulos con los que designamos la aventura que, como especie, emprendimos hace nada menos que cien mil años. En cada periodo de tiempo una huella de nuestro andar se cifra en nuestras formas de comunicación, desde la piedra Rosetta, el invento de la radio y televisión, hasta Netflix.

Contar historias es la forma más eficiente de educación, los datos sueltos sin emoción no son memorables, pero una anécdota con un protagonista que por seguir una aventura toma riesgos que cambian su realidad, detona en nosotros emociones que provocan que la mente despierte, se concentre y se comprometa con el relato.

Somos las historias que contamos. Una mala historia podrá hundirnos y una buena, salvarnos. Piensa, ¿Cuál ha sido la historia que te inspiró para seguir adelante en tiempos difíciles? Una pérdida de un ser querido, la pandemia. ¿Qué historia te contaste a ti mismo y contaste a tus alumnos para poder adaptar de modo heroico y veloz tu curso a una pantalla? 

Uno de mis contadores de historias favoritos es el historiador Yuval Noah Harari. Desde que leí su libro Sapiens, me cautivó el modo en que demuestra que las historias son lo que nos hace humanos. Somos capaces de crear inteligencia colectiva y para ello se requiere un marco, una forma de filiación, en pocas palabras, una narrativa.

Es nuestra aptitud como narradores lo que distingue a nuestra especie, más definitivamente que nuestra capacidad de razonamiento o capacidad emocional. Contar historias ha sido, desde que aprendimos a hablar, nuestra herramienta más poderosa. No hay proyecto, empresa, guerra o gobierno que no comience por ser una historia. 

Los tiempos de crisis, lo sabemos por la propia narrativa, son los momentos clave donde la historia se reformula y cambia. Aquel que no sepa ser autor de su propia historia perderá el sentido. 

La inteligencia narrativa tiene mucho que ver con la Inteligencia Emocional (EQ), un concepto que Daniel Goleman popularizó por primera vez hace casi treinta años. Estar en contacto con nuestras emociones es el primer paso, pero el segundo consiste en ordenar hechos, sucesos y experiencias, para posteriormente darles un significado así que la inteligencia narrativa se resume en la ecuación: SQ (Inteligencia Narrativa) = EQ (Inteligencia Emocional) + IQ (coeficiente intelectual). 

No es suficiente percibir, comprender, usar y manejar nuestras emociones. Nuestra capacidad para funcionar con eficacia en el siglo XXI depende de que dominemos esta característica innata para poder reconstruir la historia ante un mundo cambiante. Estar abiertos a desaprender y reaprender a medida que la tecnología y las condiciones de habitabilidad cambian en el planeta, es por ello que la propia Unesco presupone que los seres humanos en el siglo XXI somos permanentemente aprendices. Nuevos saberes amplían nuestro mundo y ante ello, debemos reformular la propia historia, la cual, por su apertura cambia a gran velocidad.

El futuro nos presenta miles de episodios sin estrenar, pero nuestra mente narrativa los ensaya para elegir. Aumentar nuestra inteligencia narrativa es, en mi opinión, la competencia más importante que debemos desarrollar en este mundo actual. 

@Alberto_Rivera2

 

Alberto Rivera

Estratega y consultor político. Especialista en neuropolítica. Con más de 15 años de experiencia en procesos electorales. Ha sido responsable de asesorar a distintos gobiernos en materia de estrategia y comunicación política. Director General de VISIÓN GLOBAL ESTRATEGIAS.

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