Por Alberto Rivera
Este 2022 que tanto promete será de transición, pasaremos del pesimismo radical a una esperanza con altibajos.
¿Cómo medimos un año? Por sus temporadas, sus hitos, sus rituales, sus eventos. Y cuando un año es despojado de todo eso, la gente se siente perdida y deposita su esperanza en el futuro, de acuerdo con psicólogos y científicos sociales.
Cada año ofrece un nuevo ciclo de esperanza. En el ciclo interminable de una generación tras otra, siempre la esperanza que rodea la ansiedad de un nuevo año estará prevaleciendo sobre los recuerdos vanos del año que termina, por eso es normal decir o escuchar frases como “solo espero que llegue el año nuevo para avanzar con paso firme”, pero sabemos que son solo expresiones de deseo porque lo único que avanza inexorablemente es el tiempo, que a su propio paso nos trae, sin cesar, un nuevo calendario.
Las expectativas se renuevan con el nuevo año que llega, al tiempo en que crece la nostalgia por el año que se va y se le despide con tristeza y desconsuelo porque se le acabaron los días y no pudo conquistar los sueños y anhelos de una vida mejor, y muchas veces, se le insulta y se le quema como un trasto viejo.
Pero lo importante es mantener viva la esperanza de una nueva ilusión que se conjuga con la magia y el encanto exactamente a la media noche del 31 de diciembre, que permite desear en un instante todo lo que se ha ansiado durante el año, incluso toda una vida, porque empezar un nuevo año es replantearse una vida nueva, y como dice la canción “más alegre los días serán, con salud y prosperidad”, que, para lograrlo, se requiere estar plenamente convencido y rodeado de positivismo. De lo contrario, es probable que no se cumplan los objetivos trazados y todo se quede en los típicos deseos de la celebración.
Con los primeros días del nuevo año vuelve la tranquilidad, la mesura y la prudencia, para comenzar a sembrar nuevamente el camino ya despejado de falsas expectativas y de cargadas fantasías, para cosechar mejor el tiempo, para recuperar el equilibrio que se perdió durante el mes anterior, para tomar un respiro mientras nos preparamos para montarnos en un nuevo tren de gastos y utilizar los recursos de manera más productiva; sin embargo, son muchos los que aprovechan estos días para tomar un nuevo impulso.
Aún así, esos momentos de efímero optimismo, de derroche y de alegría sirven para que las cosas buenas que se anhelan llenen el espíritu y logren vaciarlo de las malas que lo agobian.
Brindemos por lo que ayer dolió y hoy superamos. Por los que supieron dejar una huella en nuestras vidas y no una cicatriz. Por los viejos tiempos y sus grandes momentos. Por lo que se fue, por lo que está y por lo que vendrá. Por los que partieron pero están en nuestro corazón. Por las bendiciones recibidas y las lecciones aprendidas.
Que este 2022 sea un año para avivar la esperanza…
“Porque la esperanza no es lo último que se pierde, es lo único que nunca se puede perder”.
@Alberto_Rivera2
Estratega y consultor político. Especialista en neuropolítica. Con más de 15 años de experiencia en procesos electorales. Ha sido responsable de asesorar a distintos gobiernos en materia de estrategia y comunicación política. Director General de VISIÓN GLOBAL ESTRATEGIAS.